El intento por tomar la ciudad de Valencia durante la invasión napoleónica
fue la primera derrota del flamante ejército imperial, triunfante vencedor
hasta ese momento de cuantas contiendas había intervenido. En aquel entonces
Valencia contaba con unos 100.000 habitantes y las únicas defensas
con las que contaba la ciudad eran una vieja ciudadela en el lado noreste y la
muralla de mampostería de origen medieval del S.XIV, flanqueada por torres
semicirculares. Las varias puertas que se abrían en la muralla fueron usadas
para instalar parapetos, trincheras,
barricadas y algunos puntos fuertes parea ubicar la artillería disponible.
Aunque la falta de preparación de la ciudad para hacer frente a un asedio era
notable no lo fue el arrojo con que los valencianos se enfrentaron a los
invasores.
El 28 de junio de 1808 una columna francesa se situó a la vista de los
habitantes de la ciudad y el mariscal Moncey envió a un oficial español
prisionero con un mensaje que conminaba a la rendición. Aunque la mayoría de la
Junta se mostró dispuesta a capitular debido a la falta de recursos militares, un
personaje popular, el padre Rico, tuvo la idea de someter la oferta a una
población que prefería morir antes de rendirse. La ciudad de Valencia
estaba rodeada entonces por centenares de huertas y una red de canales y
acequias que se abrieron para inundar los campos, creando así un terreno
impracticable para cualquier ejército. El río Turia circundaba el pie de la
ciudad por el norte, por lo que los puntos de ataque quedaban reducidos al sur
y sureste de la ciudad, a los que únicamente era posible aproximarse desde las
carreteras que acababan en las puertas de acceso en la muralla y por ello se
ordenó atacar las puertas de Quart y de San José. El ejército atacante se
cobijó al amparo de los conventos de S. Sebastián y del Socorro. La artillería
francesa comenzó a disparar sobre la puerta de Quart pero allí fue repelida por
el fuego de fusilería valenciano que desde las torres les dirigían y por el
cañón situado tras la puerta, la cual se ordenaba abrir para disparar y cerrar
nuevamente para proceder a cargar. Otra columna francesa se dirigió hacia la
puerta de San José, pero el camino que llevaba hasta ésta estaba defendido por
el fuerte de Santa Catalina y el fuego también acabó por hacer retroceder a los
atacantes. Tras dos horas de combate, los cadáveres de soldados franceses se
amontonaban enfrente de las puertas, calculándose en torno a 2.000.
Posteriormente se eligió atacar el lienzo de muralla comprendido entre las
puertas de Torrent, que estaba tapiada, y la de San Vicente. El fuego de
artillería de los defensores, de superior calibre, consiguió desmontar los
cañones franceses. Aprovechando lo que parecía el descalabro del enemigo, los
sitiados efectuaron una salida desde la puerta de Quart que fue rechazada sin
dificultad por los franceses. Si los valencianos parecían inconquistables tras
las murallas de la ciudad, eran sistemáticamente batidos en campo abierto.
La Junta de
Valencia, en plena euforia, planeó encerrar en su retirada a la división de Moncey entre los
difíciles campos de la huerta pero estos finalmente llegaron a Almansa. Sin embargo, la
heroica defensa de Valencia hay que decir que tuvo bastante de afortunada y algo de inconsciente
pues una ciudad defendida casi en exclusiva por paisanos se enfrentó a un
ejército que llevaba una década invicto por toda Europa. El fracaso de Moncey
ante Valencia fue el primer indicio que mostraba que los españoles iban a
mostrar gran resolución y tenacidad en la defensa de puntos fortificados, algo
que la ciudad de Zaragoza iba a corroborar poco tiempo después, abriendo lo que
iba a convertirse en una cruenta guerra durante los siguientes cinco años. Durante
los siguientes tres años, el Reino de Valencia estuvo libre de tropas
francesas. En 1811, Napoleón encargó al Mariscal Suchet, quien estaba precedido
por un notable éxito en Aragón, la misión de apoderarse de la ciudad de
Valencia y su Reino. En Septiembre de 1811 Suchet realizó una nueva intentona
sobre Valencia. Antes de atacar la ciudad, hubo de vencer la resistencia de la
guarnición española que se hallaba en el castillo de Sagunto. Libre de
obstáculos, Valencia quedó al alcance de la artillería francesa que pudo
bombardear a placer la ciudad. El General Blake, que se dice que había ordenado la destrucción del Palacio del Real y el Convento de San Pio V, infructuosamente este último ya que Suchet llegó antes, optó por la capitulación el 9
de Enero y Suchet pudo entrar triunfal en Valencia seis días más tarde por la Puerta de
San José.