22 de septiembre de 2011

El Beato Gaspar de Bono, fundador de conventos nacido en la Calle Cañete de Valencia.


El Beato Gaspar de Bono es un gran desconocido, incluso en su Valencia natal, pero, como veremos, tuvo una vida llena de merecimientos para su veneración. Sus padres, madre catalana y padre francés, se establecieron en Valencia como tejedores de lino procedentes de la villa de Cervera y en nuestra ciudad nació Gaspar el día 5 de Enero de 1530. Recibió este nombre en recuerdo de uno de los Santos Reyes por haber nacido en la víspera de su fiesta. Vivían sus padres con una escasez angustiosa que se agravó cuando la madre, todavía joven, quedó completamente ciega y no pudo ayudar a su esposo en los telares. Como tampoco su padre era capaz de atender el pesado oficio, vendió las herramientas de su ocupación diaria y se hizo afilador y vendedor de juguetes de poco valor y quincallas.
Con estas condiciones, sus padres le colocaron a los diez años en casa de un rico mercader y Gaspar comenzó a sentir el anhelo poco a poco de ser sacerdote. Y no vio otro camino posible ni mejor que el claustro encontrándose con la fortuna de que otro criado mayor de la misma casa, que sabía latín, se ofreció a enseñarle esta lengua. De este modo, Gaspar entraba en el convento de Dominicos o predicadores de la ciudad aunque poco le duró el destino pues la gran pobreza de su casa le hizo arrepentirse de aquello y volver a su origen.
A los veinte años Gaspar, balbuciente y tartamudo en busca de más fortuna, se alistó en el ejército de Carlos V. Curiosamente era devoto de San Valero, porque, como él, tenía problemas en el habla. Estuvo en el ejército unos años, rezaba diariamente el oficio, el rosario y la letanía de Nuestra Señora; frecuentaba templos y no dejaba de dar limosna a los pobres, aunque faltase a su sustento. Un suceso dramático le aconteció en la armada y que finalmente le hizo cambiar de profesión. Y es en una escaramuza militar en Florencia en que él mismo cayó en un pozo seco quedando oprimido por su cabalgadura; los enemigos vinieron sobre él, y, después de abrirle la cabeza a golpes de alabarda, le dieron por muerto. En aquella terrible angustia invocó a sus santos patronos y a la Virgen de los Desamparados, prometiendo ingresar en la Orden de San Francisco de Paula si salía con vida. Y pudo cumplir finalmente su promesa.
Ya en su vida monacal no le resultó difícil cumplir la perpetua abstinencia de carnes, de huevos y lácteos, coro a medianoche y otras penitencias. Ingresó en el Convento de San Sebastián de la Orden de los mínimos, fundada en 1460, seguidores de San Francisco de Paula que se mantienen dentro de la estructura de las Ordenes mendicantes. Por ello, la salvación del prójimo no encajaba en la espiritualidad del Beato Gaspar Bono como fin primordial ya que sólo dentro de los muros del convento encontraba su sentido espiritual, en el silencio del claustro y con una vida contemplativa. El beato sufría de fuertes dolores; pero no sólo los soportó con paciencia y ecuanimidad, sino que todavía añadió a ellos la mortificación corporal.
De otro modo no hubiera sido posible y fue necesario que interviniese el arzobispo de Valencia, San Juan de Ribera, para que el Beato Gaspar fuese elegido provincial de su Orden. Y aceptó el cargo por obediencia a pesar de que en su humildad rechazó cuanto pudo aquel cargo. También estuvo en Alacuás, Perpignan y Palma de Mallorca donde fundó algún convento. Murió el 14 de julio de 1604 y fue beatificado el 17 de septiembre de 1786 por S.S. Pío VI. Sus reliquias se encuentran en la Iglesia de San Nicolás de Valencia. Actualmente la Calle Cañete, azucat entrañable de la ciudad de Valencia, conserva siempre vivo el recuerdo de su vecino Beato pues allí tiene su casa natalicia y año tras año la Peña el Clau le celebra animadas y concurridas fiestas que atraen devotos y curiosos en unos actos muy populares.