13 de mayo de 2013

Valencia ostenta el honor de tener el primer orfanato que hubo en el mundo.



En el año 1170 el venerable Lamberto de Begues, piadoso presbítero de Lieja, fundó la congregación de DONCELLAS SEGLARES la cual fue conocida bajo el sobrenombre de su fundador y llamada de las "Beguinas", extendiéndose por Flandes, Alemania y Francia.  Ramón Guillén Catalá, vecino de Valencia, legó una casa situada en la calle de San Vicente, frente a lo que era el Convento de San Agustín, para hospital de los ermitaños que por allí se albergaban en diferentes ermitas. En esta casa se guarecían cuando enfermaban y allí disponían de una pequeña renta para el caso y para los enfermeros que los cuidaban, cuyos ermitaños se llamaban HOMBRES DE PENITENCIA o Beguines. En Septiembre del año 1410, San Vicente Ferrer utilizó la existencia de la casa de los Beguines para un fin superior, haciéndoles abrazar la regla de la Tercera Orden de Santo Domingo. Por aquel entonces, como las calles estaban llenas de moriscos, huérfanos errantes, abandonados según costumbre general a la caridad de los cristianos, el santo aconsejó a los Beguines que se ocuparan de estos niños y el santo permaneció predicando  un breve espacio de tiempo en Valencia y en esos días es cuando tuvo lugar la Fundación del Colegio de los Niños Huérfanos en el conocido como Hospital de Santa María. El “Pare Vicent” incluía en sus predicaciones frecuentemente lo que todos contemplaban en las calles de su ciudad natal: mucha niñez huérfana y abandonada. Así, movido por su celo caritativo y apostólico, fundó el Colegio y es así como se pudo fundar el primer establecimiento conocido para la atención específica a los niños errantes.
A los Beguines, que desaparecieron por efectos de las guerras, les sucedió una cofradía llamada DE LOS HUÉRFANOS DE SAN VICENTE FERRER. En el año 1626, en tiempos del patriarca Juan de Ribera, su acogimiento se hizo extensivo a todos los huérfanos indistintamente, moriscos o no, y se trasladó desde la Calle de San Vicente a la casa que ocuparon durante muchos años en la entonces denominada calle Sagasta, colegio que fundó el emperador Carlos V para albergar y educar a los hijos de los moriscos convertidos, por lo que aún hoy conserva el nombre de Colegio Imperial. Es así como los niños ocuparon la Casa del Emperador. Los reyes Carlos I y Felipe II habían promovido la cristianización de los moriscos en su casa de Valencia de forma insistente. Como el intento no fue fructífero, Felipe III lo reintentaría en su tiempo. Pero en el año 1609 tuvo lugar la expulsión de los moriscos y, por ello, la Casa del Emperador quedó sin moradores y ello movió a que se pidiera dicha casa para los niños de San Vicente. Felipe IV, considerando el deseo de su padre de que los niños huérfanos ocupasen y pasasen a vivir perpetuamente en la Casa Imperial accedió a la petición. Se requería, además, la aprobación papal y la Bula del papa Urbano VIII se obtuvo en 1624. En el año 1968 el edificio, junto con su capilla, se desmoronó y fue trasladado años después a San Antonio de Benagéber. Hoy nos queda en la C/Pérez Báyer una estatua callejera del santo en recuerdo de aquel edificio.

13 de abril de 2013

Los Fueros de Valencia como genuino orden jurídico para los habitantes del Reino de Valencia.



Los Fueros de Valencia fueron aquel cuerpo legal que contenía la legislación territorial vigente en el reino de Valencia hasta que fueron derogados por Felipe V de Borbón en 1714 mediante los denominados Decretos de Nueva Planta. Y es que, poco después de la conquista de la ciudad de Valencia, Jaime I promulgó un cuerpo legal que se denominó la “Costum” y que constaba de normas locales que regulaban la vida en común y la ordenación de la ciudad. Poco a poco, la “Costum” fue completándose o cambiándose mediante la concesión de ciertos “privilegios” y la incorporación de nuevas disposiciones, así como también la voluntad del rey, que decidió que las normas que inicialmente sólo vinculaban a la ciudad de Valencia ampliaran su campo de aplicación territorial, primero a Denia y después a Sagunto. Ya en 1250 tuvo lugar en Morella una reforma de la “Costum” que supuso su conversión de norma local a territorial para todo el reino, lo que daría lugar a los Fueros del Reino de Valencia. El 7 de abril de 1261, en Valencia, Jaime I de Aragón juró ante las Cortes valencianas los Fueros de Valencia e impuso a todos sus sucesores la obligación de jurar los Fueros de Valencia antes de que finalizase el primer mes de sus reinados. Este hecho supuso la declaración del reino de Valencia como estado soberano.
Existió una dualidad legislativa territorial en el reino de Valencia que estuvo motivada por el descontento de los potentados aragoneses, que desde el primer momento de la conquista entendieron que las nuevas tierras conquistadas a los musulmanes debían quedar sujetas al fuero del reino de Aragón, como Mallorca había quedado sujeta a Cataluña al ser su conquista propiamente catalana, y por eso el aragonés fue el Fuero que se aplicó en ciertos territorios. En 1329, Alfonso IV de Aragón, que se había decantado por la unidad legislativa, pretendió imponer los Fueros de Valencia sobre los de Aragón y acordó en Cortes “que en todos los lugares de su propiedad en el reino de Valencia en los que se aplicaban los Fueros de Aragón, y en aquellos donde los señores de los mismos lo consentían, se aplicase a partir de entonces los Fueros de Valencia, concediendo la denominada “jurisdicción alfonsina” a aquellos nobles que, renunciando a la aplicación de los Fueros de Aragón en sus señoríos, adoptasen los Fueros de Valencia”. Una de las medidas adoptadas para fomentar la aplicación de los Fueros de Valencia consistió en instar a toda persona que ejerciese un cargo oficial en el reino y tuviese en el mismo algún señorío, villa o alquería, a que aplicase en sus tierras los Fueros de Valencia, siendo compelidos a renunciar a sus cargos o serían destituidos si no lo hacían efectivo.
Pero este orden legislativo se quebró en el año 1714 y la frase pronunciada por Berwick al entrar en Valencia despejaba cualquier tipo de duda respecto al futuro de los fueros valencianos: "...este Reyno ha sido rebelde a Su Majestad y ha sido conquistado, haviendo cometido contra Su Majestad una grande alevosía; y así, no tiene más privilegios ni fueros que aquellos que Su Magestad quisiere conceder en adelante...". El 29 de junio de 1707, Felipe V promulgaba el Decreto de Nueva Planta, que venía a abolir los fueros de Aragón y Valencia. Como consecuencia, los valencianos perdían todas sus instituciones de gobierno y quedaban sometidos, tanto en el aspecto administrativo, como en el relativo al derecho privado, a las leyes de Castilla.

13 de marzo de 2013

El comercio de la seda convirtió a Valencia en una de las potencias comerciales punteras durante siglos.



Sobre una casona del siglo XV se estableció en el año 1492 el Gremio de Sederos, un oficio desde entonces en auge gracias sobre todo a la inmigración de artesanos genoveses que trajeron entonces a Valencia sus novedosas técnicas en las hilaturas. Y ello a pesar de que los árabes ya confeccionaban con anterioridad una artesanía muy valorada con este elemento que colocó a Valencia en el itinerario de las rutas de la Seda árabes y medieval. No obstante, el antiguo Gremio de Velluters ya había sido fundado en el año 1474, siendo el primer gremio de terciopeleros fundado en España. Entre esa centuria y el siglo XVIII no dejó de extenderse por los campos valencianos el cultivo de la morera, destinada a alimentar los gusanos de seda, y la sedería llegó así a convertirse en la gran industria de la Valencia ilustrada. Hasta 3.800 telares se concentraban en aquella época en el sureste de la ciudad, que significativamente recibió desde entonces el nombre de barrio de Velluters o "terciopeleros". El liderazgo de Valencia como centro principal de las sederías españolas fue indiscutible. Su potencial productor y el alto nivel de organización industrial no tuvieron igual en otras ciudades y sirvió de modelo a Toledo, Murcia o Barcelona, y en todo caso superó con creces en el mercado internacional a la tradicional industria musulmana de Granada poco a poco reconvertida tras la conquista de los Reyes Católicos.
En 1686 el antiguo Gremi de Velluters se convirtió, por un privilegio del rey Carlos II, en el Colegio del Arte Mayor de la Seda, siendo la corporación más importante que unía a los pequeños empresarios del sector. Su portada está decorada en la parte superior por el capelo cardenalicio de San Jerónimo, patrón del colegio,  en relieve. Aún así, mantuvo a lo largo de su existencia su objetivo de velar por las sedas valencianas. No es incierto tampoco que las normas gremiales fueran criticadas por la tiranía de Ordenanzas y la rigidez de conceptos por parte del gremio ya que, en sus visitas a los obradores, sus representantes, los veedores, no solo llegan a cortar y decomisar las telas que no se ajustaban a las Ordenanzas, sino que incluso procedían a la quema de piezas. La honradez de su función era notoria y el Colegio siempre mereció confianza de reyes, nobles y ministros convirtiéndose en un órgano consultivo y en un velador a ultranza de la calidad de las sedas valencianas que, bajo su tutela y dirección, destacaron entre todas las de la península tanto por la calidad de su materia prima como la de sus manufacturas. Esto hizo que tuvieran un amplio reconocimiento europeo y gran proyección internacional, lo que se tradujo en una gran actividad comercial con Europa y posteriormente con América. Hay que mencionar aquí la figura de Joaquín Manuel Fos, gran industrial sedero valenciano que protagonizó una rocambolesca historia al anunciar en una nota un supuesto suicidio que no fue más que el pretexto de una fuga para estudiar en Lyon las novedosas técnicas del tratamiento de la seda.
Viajeros ilustrados que vinieron a Valencia a lo largo de varias centurias cuentan en sus escritos de sus viajes la impresión que les produce el colorido y abundancia de las sedas, así como su gran calidad, sorprendiéndoles también la gran cantidad de personas que se dedican a esta industria.  A principios del S.XIX este tradicional y entrañable sector industrial ya había sucumbido a la decadencia y el hecho de que ese sector hubiese generado tantos desempleados fue una de las razones que provocaron que se decidiese derribar la muralla medieval cristiana de Valencia y dar así trabajo a ese contingente que vagaba por las calles de la ciudad. No podemos olvidar tampoco que nuestra máxima expresión arquitectónica del gótico civil, la Lonja de la Seda o de los Mercaderes, adquirió su ampuloso nombre por ser sede donde se realizaban gran parte de sus transacciones comerciales.

13 de febrero de 2013

El papel que hoy conocemos y usamos entró en Europa por tierras valencianas.



Es conocido que el papel comienza a ser utilizado en el S.II y que llega a Europa de manos de los árabes. Existe un hecho relacionado con la introducción del papel en Europa y es que se produjo por tierras valencianas. Su primer centro de producción, por tanto el primer molino papelero europeo, data de 1056. Este se hallaba situado en las afueras de la floreciente ciudad de Xátiva, rica en agua y lino, y su propietario era conocido como Abú Masaifa. Y es que, junto a una vieja acequia, construye una fábrica de papel con más de veinte trabajadores. Su consecuencia es que a mediados del S.XII Játiva producía un papel  exquisito que exportaba a todo el mundo y por entonces esto es recogido en las crónicas del geógrafo árabe Al-Idrisi. Además esto paso a la lengua de quienes comerciaban con nosotros y los ingleses, que eran buenos clientes, lo incorporaron al inglés igual que se escribe en Valenciano, "paper". Otra consecuencia inmediata fue que con Xàtiva ya incorporada al Reino de Valencia, el rey Jaime I el Conquistador favoreció la producción papelera ya que nutrió los archivos de la Corona y en él se escribieron obras como el Llibre del Repartiment (1237-1252), o el Archivo de la Colegiata de Xátiva. En atención a esto la protección real se materializará, por una parte, en diversos privilegios a la aljama de Xàtiva y, por otra, en la prohibición de hacer papel fuera de su arrabal.
A lo largo del siglo XIII y durante buena parte de la siguiente centuria, la producción papelera permanecerá en manos de artesanos independientes en algo muy parecido a una industria casera. En sus casas o talleres continuarán utilizándose las técnicas árabes tradicionales. Pero, cuando se intensificaron las relaciones comerciales con Italia durante el reinado de Pere IV, el papel de aquella región comenzará a ganar terreno. Por ello el papel de Xàtiva perderá poco a poco su liderazgo y la conquista de Cerdeña impulsará la importación de papel italiano, que se caracterizaba por un mejor acabado y un precio más competitivo gracias a la mecanización de su fabricación. Con la expulsión de los moriscos en el año 1609 la producción tradicional de papel se verá gravemente afectada, lo que no quita que la capital setabense haya sido un gran referente por su potente aportación a la civilización occidental.